Obsceno, juguetón, indecente, friki, impúdico, sexi, brillante, camp, punki, pueril, grosero, glamuroso... no hay suficientes adjetivos evocadores para abarcar con precisión los innumerables placeres de la decididamente queer y radicalmente multisexual obra cinematográfica de Curt McDowell en toda su exuberante fecundidad.